4 de julio
Miércoles XIII
Amós 5, 14-15.21-24 Buscad el bien y no el mal
Frase sencilla, que turba. Pues en una sociedad en la que está tan diluida la frontera entre el bien y el mal, donde los confines se reducen a la subjetividad personal, ¿Cómo puedo buscar un bien que no conozco? Mirándote, Señor. Poniendo mis ojos en ti, abriéndome a la luz de tu verdad, escuchando tu palabra, poniéndola en práctica en mi vida, hoy. ¿Qué bien puedo ofrecerte hoy? ¿Cómo voy a buscarte hoy a ti, que eres el sumo bien?
Cuando te acercas y me tocas la duda, el temor y el mal desaparecen
Cuando te alejas el dolor bloquea mis sentidos impidiendo cualquier movimiento
Es en la espera cuando el peligro acecha
Yo quiero darte gracias, pues si sé cual es el bien y el mal, me has forjado con tu Palabra, me has enseñado tus caminos, ahora yo tengo que saber seguir el correcto. ¿Qué bien puedo ofrecerte hoy?
centrar más mi corazón a mis hermanos, a sus necesidades, olvidare un poco de las mías.
¿Cómo voy a buscarte hoy a ti, que eres el sumo bien? Estando más atenta en la Eucaristía.
De ella me nutro todos los días.
El bien que puedo ofrecerte hoy es pequeño, pequeño si lo comparo con todo el bien que me das tú, Señor, pero aquí estan mís manos, mis pies, aquí estoy yo. Si logro llenar mis manos y llenas, acercarlas a ti, ese será el bien que puedo ofrecerte hoy y mañana.
Para buscarte hoy a ti que eres el sumo bien, sé que tengo que mirar a mi alrededor, a mi prójimo, al que sufre, al que está solo, al que llora y también al que es feliz, poniendo mis ojos en ellos, ya estoy mirandote a ti.
La luz fué tan cegadora que ahora el silencio es amigo y el dolor compañero.