Isaías VII

16 de diciembre
Jueves III de adviento
Is 54, 1-10 Ensancha el espacio de tu tienda

Eso me dices, señor, por boca del profeta, enancha el espacio de tu tienda, para que pueda habitarte, llenarte, darte plenitud, colmar todo el vacío que hayas preparado para mí. Tú Ensancha, ensancha hasta que parezca que vas a reventar, despliega sin miedo tus potencialidades, alarga tus cuerdas, hinca bien tus estacas, pues entro en ti, para hacerte mío y salvarte.

Isaías VI

15 de diciembre
Miércoles III

Is 45, 6-8b Yo soy el Señor y no hay otro

¿Para qué seguir buscando una frase cuando, de entrada, me pones ante la realidad suprema de tu ser, creador, Señor y dador de vida? Yo soy el Señor, y no hay otro; artífice de la luz, creador de las tinieblas, autor de la paz. El Señor de mi vida y de mi muerte. Un Dios justo y salvador. A ti, Señor mi Dios, deseo amarte con todo mi corazón, contadas mis fuerzas, con toda mi alma.

Salmo I

14 de diciembre
San Juan de la Cruz

Salmo 13 Contempladlo y quedaréis radiantes

Contemplarte, Señor, toda ciencia trascendiendo. Contemplarte mientras tus ojos en mí tu gracia imprimen; contemplarte mientras hieres de mi alma el más profundo centro; contemplarte y decirte que adolezco, peno y muero; comteplarte mientras te pido que tomes el robo que robaste; contemplarte y pedirte véante mis ojos, pues eres lumbre de ellos, y solo para ti queiro tenellos. Contemplarte y quedar radiante.

(Foto Maribel Balius)

Adviento IX

13 de  diciembre
Lunes III de adviento
Números 24, 2-7.15-17ª  Con los ojos abiertos

Abrir los ojos, Señor, contemplar la luz de tu misterio, la hermosura de tu Palabra, el silencio de tu hacer, el insondable abismo de tu misterio, la dulzura de tu presencia manifiesta. Abrir los ojos para ver lo que está delante de los ojos, invisible. Tener los ojos de un niño para simplemente, ver en la claridad de tu presencia. Lo veo pero no es ahora, lo contemplo pero no será pronto.

Adviento VIII

12 de diciembre
III Domingo de Adviento

Santiago 5, 7-10 Tened paciencia, hermanos

Tened paciencia, una paciencia activa, una paciencia que se asienta en Ti, Señor, en la inminencia de tu llegada. Dame la paciencia del labrador, que aguarda paciente el fruto de la tierra.
Nada te turbe, nada te espante, la paciencia todo lo alcanza, solo Dios basta.
Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del señor. Tened paciencia. Manteneos firmes, porque el Señor está cerca.

Tu rostro

11 de diciembre
Sábado II de adviento
Salmo 79 ¡Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve!

Restáuranos, repáranos, restablécenos en la belleza, en la verdad, en la bondad que nos ofreces. Ábrenos a ti, lucero de nuestras noches, color de nuestra mirada, alegría en nuestra tristeza, sostén de nuestra debilidad, esperanza esperanzada.

Isaías V

10 de diciembre
Viernes II de adviento

Is 48, 17-19 Si hubieras atendido a mis mandatos sería tu paz como un río

Tú me enseñas para mi bien, me guías por el sendero justo, por el honor de tu nombre. Tú, Señor, me conduces hacia fuentes tranquilas. Pero me cuesta creerlo, asimilarlo vitalmente, nutrirme de la certeza de que atendiendo a tus mandamientos mi paz sería como un río. Incluso me gustaría desprenderme incluso de la promesa, y solo amarte por ti, que eres la paz.

Isaías IV

9 de diciembre
Jueves II de adviento
Is 41, 13-20 Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la hay
La realidad que todos sabemos, que todos vemos, a la que todos nos podemos acercar. Los pobres y los indigentes buscan agua y no la hay, porque nosotros derrochamos. Ante esta realidad, tu verdadero derroche: no los abandonaré, alumbraré ríos en cumbres peladas, en medio de las vaguadas, manantiales, transformaré el desierto en estanques y el yermo en fuentes de agua. Escucho tu palabra, Señor; la acojo, ¿y?

Inmaculada

8 de diciembre
Inmaculada concepción de María

Lc 1, 26-38 No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios

Hermosísimas palabras que quiero paladear hoy, Señor, en la gran fiesta de tu madre, María Inmaculada. La humanidad se llena de gracia en tu Madre, pues la humanidad es colmada de tu presencia, que se hace carne en un vientre vacío, abierto, dispuesto. La humanidad aleja de sí el temor, pues a través de maría llegas tú, nuestra salvación.