1 de julio
Martes XIII
Mt 8, 23-27 ¡Señor, sálvanos que nos hundimos!
¿Cuál será, Señor, la oración de los que naufragan y mueren en el estrecho de Gibraltar, o frente a la isla de Lampedusa, cuando tras muchas peripecias creen que ya está alcanzando su paraíso soñado, la vieja Europa ahíta en su bienestar insolidario? ¿Cuándo se dirigen a ti, cuando oran, qué te dicen? ¿Qué me dices a través de su oración?
¡Señor, sálvanos que nos hundimos!
Pienso que me hundo, cuando no soy capaz de mirar con tus ojos Señor.
Me hundo, ante tanta tragedia humana. Sé que me pides que haga todo lo que esté en mis manos, lo cierto es que me veo muy limitada y con rabia ante tanta miseria que no se le da la importancia que tiene.
¡¡Todos somos tus hijos!! Pido por la justicia y los derechos humanos.
¡Cobardes!. Eso me dice hoy Jesús, me llama cobarde ante la tormenta. Y mi cobardia es cerrar los ojos, mirar para otro lado, mirarme solo a mi y preocuparme de mi yo.
¡Salvanos que nos hundimos!, nos hundimos en nuestros problemas, en lo que nos parece lo peor… Salvame, Señor, de hundirme en mi egoismo, de hundirme en mi vida sin pensar en el que sufre, en el que llora, en el que le falta lo esencial. Salvame de hundirme en la indiferencia, en los miedos. Salvame de dar la espalda al hermano que me mira y me llama gritando. Salvame…