19 de abril
Viernes III de Pascua
Hech 9, 1-20 Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor
Cuando tú apareces, Señor, dejas ciegos y mudos del estupor a los que contemplan la claridad de tu presencia, el silencioso estruendo de tu palabra, tu manifestación gloriosa en lo más sencillo, en lo más habitual, en lo que no tiene ningún resplendor sino el resplendor de las galaxias, del cosmos, desde toda la eternidad. Transformas todo y todo queda igual mientras todo varía. De ahí el estupor, la ceguera, la mudez, de quien no acierta a saber lo que ya sabe. En la conversión de Pablo nos llamas a todos a la conversión.
Sacia mi hambre
tengo sed de tu cuerpo
muero de ansia
Eres tan grande y yo tan pequeña que mis ojos no abarcan tu inmensidad
Por mucho que me empeñe, tengo que reconocer y decir que no hay quién no te responda con generosidad y entrega, cuando Tú te haces presente, dejando clara tu voluntad.
Para mi es necesario estar muy atenta a lo que me pides y serte fiel.