1 de septiembre
XXII Domingo
Hb 12, 18-19.22-24 Os habéis acercado a la ciudad del Dios vivo
Eres un Dios vivo, un Dios de vida, un Dios que te haces presente en mis días y en mis noches, en las que despierto antes de los levantes de la aurora salgo a buscarte. Te encuentro en mis murallas, en mis calles, en mis plazas, en mi alcoba interior, en los jardines, fuente de mis aguas, eres tú, Señor, Dios mío. Amaré al Señor con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, con toda mi alma, con todo mi ser.
Derriba mis murallas
haz de mi un jardín
abierto a tu mar
donde naufrague.
Volvemos a reencontrarnos después del descanso.
Nos hemos acercado a la ciudad del Dios vivo. En ella vimo, en ella despierto y en ella duermo, junto a Dios camino. En la ciudad del Dios vivo pongo mi vida, mi trabajo, mi familia, mis alegrías y mis miedos.
Yo, Señor, también te amo con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, con toda mi alma y con todo mi ser. Que sepa dar a los demás este amor que de ti recibo. Gracias por amarme y abrirme las puertas de tu ciudad al acercarme.
Estos dias de vacaciones han sido de reencuentro contigo Señor… he recuperado ratos para hablar contigo y pedirte ayuda para mi dia a dia GRACIAS por dejar que te encuentre caminando a mi lado como un buen amigo y consejero.