Aquí estoy

15 de enero
Domingo II
I Sm 3, 3b-10 Aquí estoy, vengo porque me has llamado

Por  tres veces el joven Samuel  acude, en el silencio de la noche, a Elí, creyendo que era él el que le convocaba. Se presenta en el lugar, se presenta con su ser y su disponibilidad, ha salido de su sueño para entrar en la dinámica de la respuesta al que llama. Así quiero ponerme delante de ti cada día.  Así, para terminar diciendo: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”

Tiempo ordinario VI

14 de enero
Sábado I

Mc 2, 13-17 Sígueme

Sígueme a lo largo de este año que acaba de comenzar; sígueme en tu trabajo, en tu descanso; sígueme en la salud y la enfermedad; sígueme en la soledad y en la compañía; sígueme en la gracia que te doy y en el pecado que me devuelves;  sígueme en toda circunstancia de tu vida; sígueme incondicionalmente, sígueme con amor. Se levantó y lo siguió.

Tiempo ordinario V

13 de enero
Viernes I

Mc 2, 1-12 Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios

Tras el milagro la gente se queda admirada…y entra en una dinámica de reconocerte como salvador, y por lo tanto de dar gloria a Dios. Dar gloria a Dios: por tu presencia, por lo que veo, por lo que no acierto a contemplar, por lo que sucede, por los mecanismos de salvación que no acierto a comprender. Dar gloria a Dios porque de Ti procede todo bien.

Tiempo ordinario IV

12 de enero
Jueves I
Mc 1, 40-45 Si quieres puedes limpiarme.

Eso te pido, redímeme de mi mismo, Señor, por tu misericordia. Cristo Jesús, luz interior, no dejes que mis tinieblas me hablen. Que la lepra de mi ego, de los filtros con las que interpreto la realidad y me acerco a ti, quede curada, sea purificada, me haga limpio. Te lo suplico de rodillas, como el leproso del evangelio de hoy. Se que tú me escuchas, Señor.

Tiempor ordinario III

11 de enero
Miércoles I

Mc 1, 29-39 Vámonos a otra parte, para predicar también allí

Llamada incesante, permanente, a la predicación de la Buena Noticia de tu evangelio, Señor. Ir hasta los confines del mundo, ir a los márgenes de nuestra de nuestra sociedad, ir a donde nadie va, ir a los lugares cercanos que están impermeabilizados a tu presencia, ir a los nuevos aerópagos. Ir Señor, a donde tú nos llamas: a otro lugar.

 

Tiempo ordinario II

10 de enero
Martes I

I Sam 2 Mi corazón se regocija por el Señor

Las fiestas pasadas pretendían esto: que nuestro corazón se regocijara en el Señor, que se alegrara en nuestro Salvador, que atento a los misterios de la encarnación, entrara en una dinámica de admiración y gozo sincero. Hecho así, el eco de la Navidad nos puede acompañar cada día, y cada día será un tiempo de gracia sin cesar. Tan sencillamente y sin otra pretensión.

Tiempo ordinario

9 de enero
Lunes I

Marcos 1, 14-20 Está cerca el reino de Dios

Al principio del tiempo ordinario, tras estos días especiales, de fiesta, es bueno comenzar recordando que tu reino está cerca, al alcance de nuestra mano, delante de nuestros ojos, en todo acontecimiento que, vivido con fe, se transforma por tu gracia en obra de tu misericordia. En todo, Tú, Señor, salvando.

Bautismo

8 de enero
El Bautismo de Jesús
Is 42, 1-4.6-7 Mirad a mi siervo

Termina este tiempo de Navidad con una llamada a mirarte: lo hemos hecho en Belén, como los pastores; lo hemos hecho admirándote, como los Magos, el día de tu manifestación gloriosa, llena de luz, al mundo entero; lo hacemos hoy, el día de tu Bautismo, en el que nos hemos incorporado al amor del Padre, amados en ti, Hijos amados. Gracias, Señor.

Luz grande

7 de enero
Feria de Navidad

Mt 4, 12-17 El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande

Esto es lo que ha pasado este navidad, Señor, hemos visto tu luz. No otras luces, tan presentes en este tiempo que cada vez desvirtúa más tu llegada. Tu luz, Señor. Ilumínanos con la claridad de tu gloria. Disipa las tinieblas de nuestra vida. Amén.

 

Epifanía

 

6 de enero
Epifanía

Mt 2, 1-12 Y cayendo de rodillas, lo adoraron

En un acto de profundo amor. Tras ponerme en camino, tras seguir la luz que pones en mi interior y que en el corazón ardía, tras encontrarme a los Herodes que amenazan la vida  y que tratan de engañarme con el oropel de su poder, tras atisbar tu luz en la noche, tu claridad de mediodía, tras llenarme de inmensa alegría por saberte sin saber cómo, te encuentro siempre en el regazo de María y te adoro. Y te regalo mi oro, mi incienso y mi mirra. Amén.