19 de junio
Viernes XI
Mt 6, 19-23 No atesoréis tesoros en la tierra
Qué cierta tu palabra, Señor, y qué lejos estoy de comprenderlas. Se comen mis palabras la polilla y la carcoma de la propia incredulidad, de la incoherencia. Me roban por el boquete del pecado, que se abre como faz rugiente y me devora. Mi corazón te olvida y canta y danza delante de otros dioses. Sé que estás ahí, que me buscas, que me perdonas, que me abrazas, que te ofreces como el único tesoro de mi vida. Gracias.
Nada deseo tanto como que tú seas el mayor Tesoro de mi vida, sé que debo de ir puliéndome , despojándome de cosas inútiles y dejando mi corazón vacio para que entres Tú y lo llenes completamente.